No siempre es necesario buscar dos paredes y un techo de madera negra, para encontrar un rincón seguro. Ni piernas en movimiento alrededor, ni voces lejanas en el aire...
Hay veces que puedes encontrarlo entre los granos de arena que se amontonan entre los dedos de tus pies buscando sombra, o en el murmullo suave del vaivén de una ola que te habla con voz tranquila y envolvente...
Al nuevo rincón llega la música dormida de un chiringuito azul y el pi pi pi pi del tren...
El sol te abraza y te enseña los dientes apretándote toda la piel hasta que consigue que sientas auténtica conciencia de tu propio cuerpo, y te obliga a darte la vuelta de golpe, igual que lo hace la amante más salvaje...
La brisa te enciende por el simple sonido de su propio nombre, y el agua te corta la respiración entre mordiscos helados que vas viendo llegar y que te obligan a estirarte hasta más allá de tu propia longitud... Y que acabas retándote a vencer, para sentirte grande de nuevo. Grande en el horizonte, como un bebé, fuerte y completamente nueva...
La felicidad no existe (se aprende a base de golpes...), pero sí los momentos felices...
lunes, 16 de julio de 2007
Suscribirse a:
Entradas (Atom)