jueves, 22 de noviembre de 2007

Me gusta Madrid...

Empezó como un impulso y acabó en un caballo de hojalata con ruedas. Me regalaron un par de horas con café y Coca Cola, y me regalé otras tantas de descubrimiento geográfico solitario. Jugué a perderme en un mapa de tres dimensiones y logré encontrarme cuando al búho aún le quedaban plumas. Disfruté. Disfruté como una adulta reteniendo el furor secreto de una quinceañera en su interior. Me reí y canté por dentro. Me quedo con una mirada... ayss.. si no fuera inventada... Multitudes inquietas y un sello en la mano, hasta que la noche se cansó y decidió apagarse...
Turismo mañanero entre legañas que me consumían las fuerzas. Esperé una guía que no pudo llegar y acabé entre leones por casualidad. Por dentro una sensación nerviosa me iba invadiendo en proporción cuadrática a medida que pasaban las horas.
Me sumergí unos minutos en un pasado importante y reviví momentos a cada parpadeo. Llevaba las gafas en el bolsillo...
Volví a esconderme en el pico del búho y pasé una servilleta por mi cerebro. Seguí cantando por dentro y me reí tanto o más que la noche anterior entre canciones serias y serias cantautoras cómicas... Sin tiempo para mucho más, el viaje acabó enseñándome que un avión vuela más rápido cuando son dos los que se suben en ella.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Acatarrada...

Caminaba despacio con la cabeza gacha, las manos en los bolsillos y la mirada compungida. Mentalmente acatarrada por tener las defensas bajas... qué le iba a hacer, si no quisieron crecer... Los pies se movían simétricos casi sin separarse del suelo siguiendo leves impulsos involuntarios, de esos que llevan sin preguntar. Baile de hormonas indomables en su cabeza y una ventana entreabierta a la ingenuidad del recuerdo. Tuvo un comienzo espeso entre pensamiento y pensamiento, y se le rompió el lazo que encarcelaba su antisocialidad, en apenas media hora, dejándola salir y brincar libre de aquí para allá, sin límites ni obstáculos... Todo apuntaba a un día... cojo. Sin embargo, el café de media tarde se adelantó, le apaciguó e incluso contuvo la ira de sus hormonas... Pese a sus limitaciones, disfrutó... le hubiera gustado que no acabara. Estaba agotada, el catarro le había agarrado la garganta tan fuerte como la cabeza. Su comunicación y su expresión en esas condiciones siempre están capadas...
Después volvió a agachar la cabeza y a esconder las manos en los bolsillos mientras seguía las baldosas del metro con los pies y la mirada, pero con el cajón de la alegría lleno y satisfecho. Por la noche cumplió y acabó comprándose una lluvia de estrellas de bolsillo, o de bolso mejor dicho... para mirar un poco hacia atrás, de reojo, y poder sonreír siempre que las defensas se encojan... Acabó un poco desubicada pero consiguió llegar a casa.. ya tocaba descansar. Sólo quedan seis días de baile...