Hoy ha sido un día peculiar... empezó con un tren que se despedía con risas mientras yo empinaba la cuesta como si estuviera en el Dakar, y mi coche en lugar de vibrar volara. No podía permitirme dejarlo escapar... toda la noche había estado lloviendo, así que nunca se sabe cuando pasará el siguiente...
Me quedé leyendo a oscuras en la fría capa envolvente que era mi coche y me cargué de paciencia. Unos treinta minutos después, para mi sorpresa, llegó el siguiente tren...
Entonces pareció, que ya todo había acabado, y que el resto del día ocurriría como lo hacía normalmente... Salvo por un motivo, hoy tenía que ir andando desde la estación al trabajo, la lanzadera sigue de vacaciones, y nadie podía recogerme... era lunes...
La última vez que fui andando, el paseo fue la cúspide de un intenso viaje de cuatro horas repleto de obstáculos.. Pero aquella sensación al bajarme del tren, aquel olor, la brisa, aquel cielo con sus colores, y aquel aire helado que corría, me fascinaron. Lo olvidé todo, y sólo sentí no llevar mi cámara conmigo. Hoy no volví a cometer el mismo error, y aunque ya llegaba bastante tarde... no pude evitar entretenerme en intentar guardar algunos de aquellos instantes. Los colores no eran los mismos, ni el aire, ni el mar... pero seguía siendo increíble...
Soy un animal de costumbres, y frente a la puerta en la que siempre desciendo del tren, la más cercana al asiento en el que siempre me siento, estaba, igual que siempre, la silla de los socorristas... No sé por qué, pero me gusta, un día no podré evitar subir, para charlar un rato con el viento, y contemplar, esperando, la llegada de alguna vieja botella de cristal con mensaje... Por el estrecho caminillo que separa serpenteante la vía del mar, fui caminando despacio, pensando poco, mirando mucho y respirando más... De vez en cuando, parecía como si alguna chispa mágica procedente de los trenes que pasaban furiosos salpicara el suelo frío y gris y lo transformara, en madera robusta, fuerte, imaginativamente olorosa y altanera... Me encanta la madera en la playa... me suena a contradicción, a bella y simple contradicción... Contradictorio como esas escaleras, también de madera, que me llamaban tentándome a bajar y quedarme.
Atravesé dos o tres chispas de madera cuando el deber me obligó realmente a bajar a la arena, para cruzar un lúgubre túnel que más que animar a pasar, te incitaba a salir corriendo... pero era la única forma de cruzar... entre letras gigantes y macarras animados plasmados en la pared que parecían acecharme... Después de este túnel, otro más, ya el último, algo más ancho y largo, pero de igual decorado...
Entre tanta armonía había olvidado las lluvias de la noche... no me había enterado de nada... cuando yo me levanto, las noticias a lo sumo empiezan a desperezarse, y por eso siempre las pillo a destiempo... Era todo un tremendo lodazal, ramas por los suelos, basura, hojas, cajas y un palmo de barro... Imposible pasar por allí... Las máquinas trabajaban y no me atreví a parar ninguna, para que me llevara hasta la puerta.. a unos escasos 30 metros... Metí un pie.. como comprobando si el agua estaba fría... y acabé de barro hasta los tobillos... Tuve suerte... resbalé y pude haber quedado de barro hasta las orejas...
¿Cómo voy yo ahora a trabajar? Me pregunté. Y entonces recordé aquel camino de cabras por el que alguna vez nos llevaba el buen señor de la furgoneta, con la intención de evitar atascos, y hacía allí me fui... no sabía como estaría.. pero sí sabía que tardaría como diez veces más en llegar... Por todo este camino, sudorosa a pesar del frío de lluvia y de la mañana... olvidé echar fotos... no estaba yo como para fijarme... hasta que llegué a las viñas, qué curiosas me parecen cada vez que las veo, todas tan ordenaditas en líneas escrupulosamente rectas contrastando con la tortuosidad de sus tallos, todas tan verdes y tan crecidas... casi las he visto nacer... Y volví a disparar... Mi objetivo ya se veía de lejos.. ya faltaba poco.. y disparé una vez más... Al final llegué, exhausta pero contenta, y cuando entré, buscando con desesperación a mi fiel silla, la que nunca me ha dejado caer... me quedé patidifusa observando el “gracioso” lago que bañaba todo el suelo desde la entrada, hasta la misma entrada.. recorriéndolo absolutamente todo...
Y empecé a trabajar...
(PD. A pesar de todo... así da gusto ir a trabajar, ¿no es cierto? :p)
lunes, 13 de agosto de 2007
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