Es tarde, muy tarde, y sin embargo a este estúpido lunes aún le quedan muchos minutos para esfumarse de una vez.
Camino lento, porque mis piernas se sienten viejas y yo estoy cansada. Arrastro los pasos como palabras seseantes que no se atreven a salir, y mi espalda se dobla hacia delante en un intento desesperado de aparentar velocidad.
El tren se escapa, y yo sólo puedo pensar que así debe sentirse cada día esa viejecilla de pelo cano que veo a lo lejos mientras intenta subir las escaleras.
Hasta pensar me duele. Y lo peor es que sé que cuando por fin me siente, seguirá doliéndome pensar...
Camino sin tiempo, y miro la esfera invisible de mi muñeca desnuda. El ritmo del reloj fantasma adelanta a mis pasos, cada vez más lentos, y vuelvo a perder el tiempo que he mirado sin ver.
Ahora recuerdo que el reloj se rompió hace semanas, y he logrado vivir sin tiempo.
¡Mentira! Saco ese tiempo que no hace tic tac del bolsillo. El tren se escapa.
Llego arriba, y dios habla. Tiene voz de mujer, y dice... “Tren con destinación Maçanet-Maçanes circula con demora de treinta minutos” Cansada incluso para desesperarme con Dios, me siento, y tal como me figuraba, pensar sigue doliendo.
martes, 17 de abril de 2007
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