miércoles, 24 de octubre de 2007

Érase una vez una niña asomada a una ventana...

En poco tiempo, casi sin darme cuenta, he aterrizado en el curioso mundo de los adultos.

Ha sido un aterrizaje suave, sin las turbulencias del despegue… Y, de momento, creo que estoy echando un vistazo para ver si esto me convence…

A veces me siento un poco desubicada en este mundo raro, quizás debería pisar bien y cesar en mi empeño de caminar siempre a la pata coja. Que ponga los dos pies en el suelo... no implica obligación de quedarse, ¿Verdad?

Creo que aún soy ligeramente invisible en este mundo, porque cuando le digo a la gente que vaya con ojo… se ríen un poco… Digo yo que será porque aún no me han visto llegar… No creo que porque haya pedido a Epi cosquillas para Reyes, vayan a pensar que estoy bromeando…

Partimos de la idea de que todos somos adultos, ¿no?

Es cierto que en ocasiones me parece que, como dice la canción, "se equivocó mi destino en un cruce de caminos"... pero no suelo hacerme mucho caso... El Destino... ¡Yo no creo en el destino!, no es más que una excusa barata, una salida fácil. Y yo sé que, cruce a cruce, voy llegando a alguna parte, y si al final tengo que retroceder... pues por lo menos me habré quedado con las vistas...

domingo, 7 de octubre de 2007

"Estar"

¿Realmente una persona es responsable de su propia felicidad? ¿Hasta qué punto puede ser cierto? ¿Dónde está el “pero”? ¿Es bidireccional el pensamiento?

No puedes hacer a nadie responsable de tu propia felicidad, me lo he dicho mil veces, y mil veces me lo he acabado creyendo... Me lo he creído mientras lo sujetaba con pinzas de ceniza en una tarde de viento...

Es inevitable realmente, somos seres dependientes. La sociedad nos ha construido así, y la genética, las conexiones neuronales, los impulsos eléctricos y los neurotransmisores han puesto su granito de arena...

Es una cadena tremendamente difícil de ensamblar, y contrariamente fácil de destruir. Es como construir una torre con fichas de dominó o un palacio con cartas de póquer. Los vas construyendo poquito a poco, muy despacio, con sumo cuidado, con mimo, con cariño y con la máxima perfección posible... y se caen de un plumazo a la mínima contrariedad... un roce, un suspiro, una puerta mal cerrada o una ventana mal abierta.

No depende tanto de lo que me dan, como de lo que puedo, o no, dar.

Puedo construir un muro opaco a mi alrededor, forrarlo con cristal de espejo, transformarlo en red elástica y aparentar la frialdad irrompible del hielo más alto de la montaña con más chulería playil del continente..

Puedo intentar esconderme tras de mí y enterrar a cien metros de profundidad mis de por sí cobardes habilidades sociales..

Y ni así podría evitar tener una felicidad completamente dependiente, ni quisiera tampoco.

Nadie puede pedirme que sea feliz cuando veo como alguien a quien quiero se desvive por ocultar el impulso del llanto prohibido, y vive cabizbajo, triste y con la ilusión escondida en un cajón oscuro...

Quisiera que “Estar” fuera suficiente, porque creo que no sé hacer mucho más... Y me rompo al pensarlo...