
Cuando fui creciendo, seguía con las manos en los bolsillos, como si temiera al mundo. Cada vez que me sentía observada, las manos me sobraban. Unas veces enteras y otras veces sólo los pulgares.
Seguí sumando, que no creciendo… y continué con las manos en los bolsillos, como si el mundo me esperara a mí. Crucé la cueva y acabé entendiendo que había cosas increíbles que descubrir con las manos.
Desde entonces sólo las guardo para mirar al sol, abrir más los pulmones y respirar la luz, como si el mundo, al final, se me fuese a quedar pequeño...
1 comentario:
el bloglines es un gran invento¡¡¡
he dicho
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