Recuerdo esos muñecos de trapo que hacía con mi abuela cuando Marisol aún estaba de moda. Tenían la cabeza de piedra y el cuerpo de trapo.
Los brazos y las piernas eran morcillas de tela, simples apéndices. Y hacían todo todo todo lo que tú quisieses.
Dobla una pierna, da una vuelta, salta, chuta y gol…
Nadie les preguntaba nada. Seguramente hablaban en una frecuencia imperceptible…porque no se quejaban nunca. Los utilizaba como gargantas enmascaradas. Me escondía detrás del sofá, levantaba una mano y con movimientos cervicales del muñeco y voz distorsionada decía tonterías inconexas que jamás me hubiera atrevido a pronunciar en mi gigantesca madurez infantil. Realidades inventadas, mundos ficticios, verdades tímidas, miedos escondidos, quejas razonables e incluso maldades y crueldades varias… Pero no eran ellos los que hablaban. Eran sólo un instrumento. Maniobras de despiste…
Ahora, cuando me provocan… muerdo. Porque a mí nadie me pone la mano en la espalda sin darse cuenta de que no debe volver a hacerlo…
martes, 7 de octubre de 2008
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2 comentarios:
Te encuentro de nuevo, no sabía que habías vuelto... Y qué bien, porque escribes que da gusto.
Un beso
Ave
Ave... :) qué alegría verte por aquí...
Un besote!
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